quarta-feira, 15 de junho de 2011

ASSASSINATOS DE CIVIS AFEGÃOS(Final)

¿POR QUÉ MATAN A LOS CIVILES AFGANOS?


Una guerra contra un pueblo, no una guerra contra el terror
La matanza de civiles no es algo “accidental”. La razón fundamental de que maten a tantos civiles, cada día y en cada región desde hace una década, es porque no pueden distinguir a los civiles de los combatientes. La imagen de los combatientes afganos como una especie de terrorista profesional ambulante que va arrojando bombas está completamente fuera de lugar. La mayor parte de los combatientes afganos tienen familia, cultivan los campos y cuidan rebaños; mantienen a sus familias y asisten a la mezquita; son “civiles a tiempo parcial” y combatientes a tiempo parcial. Solo en las mentes esquemáticas de los “grandes estrategas de guerra” del Pentágono y de los cuarteles de la OTAN existen esas distinciones, un interesado autoengaño que es, en realidad, una escalera para trepar por la jerarquía político-militar. Cada escalón está dependiendo de que se emprenda una “guerra justa” para alcanzar el “exitoso” final.
Los combatientes-civiles son un fenómeno popular de masas. ¿De qué otra forma podemos explicar su capacidad para mantener una resistencia armada durante más de una década, avanzando de hecho con el paso del tiempo? ¿Cómo podemos explicar su éxito militar contra las fuerzas armadas y asesores de cuarenta países, incluyendo a EEUU, Europa y a toda una panda de mercenarios afro-asiático-latinoamericanos? ¿Cómo podemos explicar la creciente resistencia a pesar del sufrimiento de una ocupación militar que se apoya en los más avanzados instrumentos tecnológicos de guerra? ¿Cómo podemos explicar el flujo del apoyo popular a la guerra en el país del “Conquistador” y el creciente número de reclutas para la Resistencia? Los combatientes tienen la lealtad del pueblo afgano; no han tenido que gastar miles de millones en comprar las espurias “lealtades” de mercenarios que en cualquier momento pueden “volver sus armas del otro lado”.
Se bombardean las bodas porque los combatientes asisten a las bodas junto con cientos de familiares y amigos. Se bombardean los pueblos porque los campesinos cultivan las cosechas que contribuyen a alimentar a los resistentes. Los refugios civiles se convierten en santuarios militares. Afganistán está polarizado: el ejército estadounidense frente a un pueblo en armas. La política real del Pentágono y la OTAN, enfrentada a esta realidad, consiste en dominar y/o destruir. Cada bomba que mata a docenas de civiles en la búsqueda de un francotirador profundiza el aislamiento y el descrédito del gobernante-títere. El presidente Karzai ha visto cómo su misión de construir una “base civil” que reconstruyera el país ha quedado totalmente desprestigiada. Sus quejas impotentes ante el mando de la OTAN para que cesen de bombardear objetivos civiles caen en oídos sordos; porque el mando de la OTAN sabe muy bien que “los civiles” son la “resistencia profunda”, la inmensa reserva de apoyo a los combatientes; sus ojos y oídos superan con mucho a los dispositivos electrónicos de inteligencia del Ocupante. Al igual que Karzai no puede convencer a los civiles para que se vuelvan contra los combatientes, tampoco puede convencer a los ejércitos imperiales de que dejen de bombardear hogares y reuniones de civiles.
Washington sabe que con cada retirada, los combatientes de la resistencia, que surgen de todas partes, ocupan el territorio, las ciudades y los pueblos. Lo mejor que los políticos de EEUU y la OTAN pueden hacer es negociar una salida segura y ordenada. Lo máximo que pueden esperar es que sus colaboracionistas locales no deserten o escapen prematuramente al extranjero volcándole a la resistencia miles de millones de dólares en artillería. Lo máximo que los colaboradores pueden esperar es asegurarse una ruta de escape, un visado, una cuenta en ultramar y una segunda vivienda confortable en el extranjero. Lo que está absolutamente claro es que EEUU, la OTAN y sus colaboradores no van a tener ningún papel que jugar en el nuevo estado independiente de Afganistán.
James Petras es profesor emérito de Sociología en la Universidad de Binghamton (Nueva York).


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